New York Stock Exchange, Estados Unidos. “Es un excelente día para visitar el edificio, hoy: estamos todos muy relajados, el mercado está tranquilo. Vas a ver que nadie grita y los teléfonos casi no suenan: ¡muy diferente a lo que pasa normalmente, que es también lo que suelen mostrar la tele y las películas sobre Wall Street!“ - me adelanta Chris, mientras paso los controles de seguridad y subimos las escaleras.
Era cierto. Los empleados reposaban en sus sillones de escritorio, con una calma mirada hacia la pantalla de las computadoras. Ante esta escena, pensé que mis posibilidades de realizar varias entrevistas eran elevadas. Sin embargo, en la medida en que me acercaba a los despachos, encontré que la mayoría de los corredores no tenían idea sobre la situación de la deuda Argentina: “Sorry, pero sinceramente no puedo ayudarte. Sé que están en problemas, pero no conozco detalles del asunto.“ Respuesta repetida, que terminaba con una sonrisa y un “Good luck!“ (“¡Buena suerte!“)
“La nación es una familia, donde el gobierno debe proveer al pueblo“, dice Peter Doyle, Director General de la sociedad de valores privados G&L Partners. “Es también rol del gobierno el determinar las prioridades, especialmente cuando el país enfrenta una crisis.“
¿Cuáles cree que serían las prioridades de Argentina, respecto a la deuda?
Una deuda internacional es definitivamente una prioridad a atender. Creo que, en un primer momento, sería necesario encontrar alivio: ¿dónde? En el FMI, en personas o en cualquier lugar donde la tasa sea favorable. Quizá, sería conveniente probar una mezcla de todas estas estrategias en conjunto. Pero hay otra cuestión importante, además de pedir préstamos. La Argentina, al igual que todos los países, funciona como una corporación y, como tal, debe invertir.
¿En eso consistiría la solución de la deuda?
Bueno, no es tan sencillo encontrar una solución. De serlo, alguien seguramente ya hubiese hecho algo. Pero, en cualquier caso, te puedo decir cuál es el camino que no se debe seguir: posponer el pago. Es la ruta fácil y constituye un riesgo enorme: Argentina podría quedar excluida de la economía global. En este sentido, deberían considerar imitar el modelo chileno.
Además de la inversión, ¿qué otras medidas serían efectivas para la economía argentina?
Pienso que deberían encontrar qué pueden ofrecer a los inversores del resto del Mundo que los haga únicos: buscar qué los distingue, qué los vuelve atractivos a otros mercados para establecer vínculos fuertes. Paralelamente, es necesario generar una atmósfera de trabajo positiva y beneficiosa, para mantener a los jóvenes argentinos profesionales generando nuevas ideas que impulsen la economía nacional; incluso en los campos que suelen ser subestimados, como el turismo.
¿Qué piensa que haremos, finalmente?
Eso es muy difícil imaginarlo. Lo primero que pienso es que, debido a que no falta demasiado para las próximas elecciones presidenciales, la solución a la deuda y el arreglo de la economía nacional serán parte de las promesas de muchas campañas. De encontrar y aplicar la solución, sería fantástico. En cualquier otro caso, se fomentaría un problema social importante: la falta de credibilidad en los referentes políticos. Y no lo digo únicamente por una cuestión de ideales sino también por el peligro económico que esto implica. Es el caso del temor a ahorrar en los bancos. Sin ahorros ni inversiones, se frena la economía del país. Todos los ciudadanos deben pertenecer a un mismo barco, liderado por una persona carismática, como lo fue Evita. Y esta persona, además de alentar el sentimiento nacional debe estar determinada a tomar las acciones necesarias que, como en el resto de la vida, no siempre son las que realmente más nos gustan.
Finalizada la entrevista, me despido de Peter Doyle y veo que llega Chris, el corredor que me facilitó el ingreso al edificio. Quería comentarme la noticia que acababa de leer. Casualmente, aquel 31 de octubre, la agencia Fitch determinaba que Argentina entraba en default, en tanto no había pagado los bonos PAR, aun después del período de gracia que acababa el 30 de octubre. Creo que, precisamente en ese momento, perdí de vista a Doyle: quizá, temía que le hiciera nuevas preguntas.