Ecuatoriana anclada en Nueva York y bailarina con título en abogacía. Gaby Rendon, la sonrisa más grande de Brooklyn, cuenta sobre sus días pasados y presentes con la danza.
¿Cómo te presentás?
Soy Gabriela, bailarina y abogada, latina y de Ecuador.
¿Cuáles fueron las cosas más graciosas o extrañas que te dijeron al presentarte como bailarina?
"¡Ay, qué aburrido!", "¿Te podés poner en puntitas?", "¿Qué hacés?, ¿'Swan Lake'?" Y, si la persona es de New York, es muy común que te pregunte si bailás en Broadway.
¿Qué significa ser artista?
Significa poder expresar lo que dice el alma. También es lograr mover algo en el otro que te está observando.
¿Cómo combinabas tus estudios universitarios con la danza?
Tenía un esquema bastante bueno: estudiaba por la mañana y luego, a la tarde, me quitaba todo el stress de los libros con las clases de danza. Además, durante los fines de semana, aprovechaba para ensayar.
¿Fue tu paso como cheerleader determinante para el comienzo en la danza?
Bailo desde que tengo cuatro años, o sea, comencé con la danza antes de convertirme en cheerleader. En cualquier caso, creo que una persona que pertenece al mundo artístico, a lo largo de los años, puede variar las áreas; en mi caso, pasé por el jazz, el hip hop, el ballet. Considero que cada experiencia vivida fue una etapa de un mismo proceso, pero la idea fue siempre la misma: estar en el escenario, expresarme.
¿Cuál es el lugar del artista en la sociedad?
Eso es relativo: en Europa y en NYC el arte es fundamental, esencial. A los niños se les inculca el arte desde que son pequeños. En Latinoamérica, el panorama es otro: se lo considera ocio. Es una tristeza considerar el arte como ocio, se trata de una idea que me produce enojo, por momentos. Todos debemos dedicar algo de nuestro tiempo al arte, cualquiera sea la rama.
¿Cómo infundís el arte en tus roles?
Me resulta muy importante escuchar al coreógrafo: es él quien dice "¡Quiero que seas agua!" o "¡Quiero que seas miedo!" La técnica ya está: la idea es poder interpretar qué es lo que el coreógrafo quiere, ver lo que lográs y luego, pulir el movimiento. Es un proceso en que el vas haciendo vos mismo el movimiento. El resultado es la idea del coreógrafo, con la marca personal del bailarín.